En 1813, siete años después de haber publicado la Sinfonía Heroica -previo borrado de la dedicatoria a Napoleón-, Beethoven compuso una obra orquestal, La victoria de Wellington, en homenaje al duque que venciera a Napoleón en Waterloo.
Esta pieza se conoce también como La batalla de Vitoria, enfrentamiento que significó la retirada de España de las huestes napoleónicas.
Curioso: los batallas de estos hombres no solo se dirimieron en los campos de lucha... Podemos decir que lucharon también en campos amorosos: Wellington tuvo una noviecita que había noviado con Napoleón previamente.
La obra comienza con la cita de la melodía de Rule Britannia, y luego podemos reconocer la que sería una canción dedicada a la amistad: For he's a jolly good fellow (aproximadamente en el minuto 2) o probablemente Mambrú se fue a la guerra, (¿qué opinas?, ¿cuál crees que es?) y el himno inglés God save the Queen (minuto 9'47).
También escucharás cañonazos en los compases iniciales, como en la Obertura 1812 de Tchaikovsky.
Escuchémosla:
En 1830 Héctor Berlioz escribirá, basado en el poema de Pierre-Jean de Béranger, lo que denominó la Cantata del 5 de mayo (refiriéndose a la fecha de fallecimiento de Bonaparte, en 1821).
Le Cinq mai : chant sur la mort de l'empereur Napoléon
Des Espagnols m'ont pris sur leur navire,
Aux bords lointains où tristement j'errais.
Humble débris d'un héroïque empire,
J'avais dans l'Inde exilé mes regrets.
Mais loin du Cap, après cinq ans d'absence,
Sous le soleil, je vogue plus joyeux.
Pauvre soldat, je reverrai la France;
La main d'un fils me fermera les yeux.
Dieu! le pilote a crié: Sainte-Hélène!
Et voilà donc où languit le héros!
Bons Espagnols, là finit votre haine;
Nous maudissons ses fers et ses bourreaux,
Je ne puis rien, rien pour sa délivrance;
Le temps n'est plus des trépas glorieux.
Pauvre soldat, je reverrai la France;
La main d'un fils me fermera les yeux.
Il fatiguait la Victoire à le suivre;
Elle était lasse; il ne l'attendit pas;
Trahi deux fois, ce grand homme a su vivre;
Mais quels serpents environnent ses pas!
De tout laurier un poison est l'essence;
La mort couronne un front victorieux.
Pauvre soldat, je reverrai la France;
La main d'un fils me fermera les yeux.
Dès qu'on signale une nef vagabonde,
"Serait-ce lui?" disent les potentats,
"Vient-il encore redemander le monde?
Armons soudain deux millions de soldats."
Et lui, peut-être accablé de souffrance,
A la patrie adresse ses adieux.
Mais que vois-je au rivage?
Un drapeau noir!
Quoi! lui mourir! ô gloire, quel veuvage!
Autour de moi pleurent ses ennemis,
Loin de ce roc nous fuyons en silence;
L'astre du jour abandonne les cieux.
Aux bords lointains où tristement j'errais.
Humble débris d'un héroïque empire,
J'avais dans l'Inde exilé mes regrets.
Mais loin du Cap, après cinq ans d'absence,
Sous le soleil, je vogue plus joyeux.
Pauvre soldat, je reverrai la France;
La main d'un fils me fermera les yeux.
Dieu! le pilote a crié: Sainte-Hélène!
Et voilà donc où languit le héros!
Bons Espagnols, là finit votre haine;
Nous maudissons ses fers et ses bourreaux,
Je ne puis rien, rien pour sa délivrance;
Le temps n'est plus des trépas glorieux.
Pauvre soldat, je reverrai la France;
La main d'un fils me fermera les yeux.
Il fatiguait la Victoire à le suivre;
Elle était lasse; il ne l'attendit pas;
Trahi deux fois, ce grand homme a su vivre;
Mais quels serpents environnent ses pas!
De tout laurier un poison est l'essence;
La mort couronne un front victorieux.
Pauvre soldat, je reverrai la France;
La main d'un fils me fermera les yeux.
Dès qu'on signale une nef vagabonde,
"Serait-ce lui?" disent les potentats,
"Vient-il encore redemander le monde?
Armons soudain deux millions de soldats."
Et lui, peut-être accablé de souffrance,
A la patrie adresse ses adieux.
Mais que vois-je au rivage?
Un drapeau noir!
Quoi! lui mourir! ô gloire, quel veuvage!
Autour de moi pleurent ses ennemis,
Loin de ce roc nous fuyons en silence;
L'astre du jour abandonne les cieux.
Los españoles me han prendido en su navío
En las orillas lejanas donde tristemente deambulaba.
Humildes desechos de un heroico imperio,
Había en la India desterrado mi pesar.
Mas lejos del cabo, después de cinco años de ausencia,
Bajo el sol, navego más feliz.
Pobre soldado, volveré a ver Francia;
La mano de un hijo cerrará mis ojos.
"¡Dios!", gritó el piloto "¡Santa Elena!"
¡Y he aquí pues donde languidece el héroe!
Buenos españoles, allí termina vuestro odio;
Maldecimos sus armas y sus verdugos,
No puedo hacer nada por liberarlo;
El tiempo ya no es muerte gloriosa.
Pobre soldado, volveré a ver Francia;
La mano de un hijo cerrará mis ojos.
Conminaba a la victoria a seguirlo;
Ella estaba cansada; no lo esperó;
Traicionado dos veces, este gran hombre supo vivir.
¡Mas aquellas serpientes rodean sus pasos!
Un veneno es la esencia de todo laurel;
La muerte corona una frente victoriosa.
Pobre soldado, volveré a ver Francia;
La mano de un hijo cerrará mis ojos.
En cuanto se avista una nave vagabunda,
"¿Será él?" dicen los potentados,
"¿Viene otra vez a reclamar el mundo?
Armemos de inmediato a dos millones de soldados."
Y él, quizá, abrumado por los sufrimientos,
A la patria dirige sus adioses.
Mas ¿qué veo en la costa?
¡Una bandera negra!
¡Qué! ¡Murió él! ¡Oh gloria, qué viudez!
A mi alrededor lloran sus enemigos,
Lejos de esa roca huimos en silencio;
El astro del día abandona los cielos.
En las orillas lejanas donde tristemente deambulaba.
Humildes desechos de un heroico imperio,
Había en la India desterrado mi pesar.
Mas lejos del cabo, después de cinco años de ausencia,
Bajo el sol, navego más feliz.
Pobre soldado, volveré a ver Francia;
La mano de un hijo cerrará mis ojos.
"¡Dios!", gritó el piloto "¡Santa Elena!"
¡Y he aquí pues donde languidece el héroe!
Buenos españoles, allí termina vuestro odio;
Maldecimos sus armas y sus verdugos,
No puedo hacer nada por liberarlo;
El tiempo ya no es muerte gloriosa.
Pobre soldado, volveré a ver Francia;
La mano de un hijo cerrará mis ojos.
Conminaba a la victoria a seguirlo;
Ella estaba cansada; no lo esperó;
Traicionado dos veces, este gran hombre supo vivir.
¡Mas aquellas serpientes rodean sus pasos!
Un veneno es la esencia de todo laurel;
La muerte corona una frente victoriosa.
Pobre soldado, volveré a ver Francia;
La mano de un hijo cerrará mis ojos.
En cuanto se avista una nave vagabunda,
"¿Será él?" dicen los potentados,
"¿Viene otra vez a reclamar el mundo?
Armemos de inmediato a dos millones de soldados."
Y él, quizá, abrumado por los sufrimientos,
A la patria dirige sus adioses.
Mas ¿qué veo en la costa?
¡Una bandera negra!
¡Qué! ¡Murió él! ¡Oh gloria, qué viudez!
A mi alrededor lloran sus enemigos,
Lejos de esa roca huimos en silencio;
El astro del día abandona los cielos.
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