Hemos visto que la llamada ópera seria muchas veces hace referencias culturales a los mitos de la Antigüedad, o que muchos compositores basan sus obras en sucesos en que aparecen las deidades.
Podemos recordar en Dido y Eneas, ópera barroca de Henry Purcell, la aparición de Mercurio como mensajero ante el héroe troyano, por ejemplo. O como en esa misma ópera una mujer narraba, para solaz de la reina de Cartago, la historia de Diana y Acteón.
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Diana y Acteón, Tiziano
Por supuesto tenemos óperas enteras, como la de Monteverdi o la de Gluck con el tema de Orfeo y Euridice, tratado de modo clásico. Pero Jakob Offenbach, en el siglo XIX, se tomó con total irreverencia la mitología... Y casi todo. Veremos el descaro con que pinta Offenbach una escena en la que los dioses y demás acólitos del Olimpo le toman el pelo a Júpiter. Entre ellos se encuentra su esposa Juno y Plutón vestido de diablillo. Es una divertida manera de recordar el gusto por la metamorfosis que tenía el dios supremo.
Veremos en pinturas los episodios referidos en este extracto:
De la unión de Alcmena con Zeus (que adquiere la apariencia de Anfitrión) nacerá Hércules.
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Alcmena y Anfitrión, Annibale Carracci
| Júpiter como toro, raptando a Europa, segunda referencia en la obra de Offenbach, por Tiziano.
Júpiter transformado en lluvia de oro para poseer a Dánae, por Tiziano también.
El gran Leonardo da Vinci pintando a Leda con un cisne. Que sí, que sí, que es él, metamorfoseado. (Las costumbres, que son difíciles de perder).
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