En esta entrada los invito a disfrutar de la creativa sensibilidad de dos alumnas de 3º curso de la E.S.O. del colegio El Carmelo Teresiano, Iraia y Daniela. Casi una extensión de las Heroidas.
Eneas,
Supongo que esta carta tendría que empezar con un saludo amable y cariñoso, como todas las cartas de amor, pero también suponía que tú no serías capaz de abandonarme, Eneas.
¿Por qué? ¿Por qué fui tan ingenua y confié en ti? Porque fuiste la forma más triste y más bonita que tuvo la vida en decirme que no se puede tenerlo todo, que soñé con una utopía que no era real, al volver a la realidad, dolió. Porque, ¿sabes qué?, no me arrepiento de todo lo que te dije una vez, ni de los sueños ni la vida que quise una vez contigo; al contrario, te agradezco porque aprendí de ti muchas cosas, conocí el amor y ahora una decepción, el dolor y la traición.
Mientras tú probablemente fingías que me querías yo te daba todo de mí. Planeé un futuro contigo. Te repetí millones de veces que te quería, que te amaba. Porque lo hacía. Yo te quería... yo te quiero. Yo te necesitaba... yo te necesito.
Porque me dijeron que no estamos rotos, que podemos aprender a amar otra vez. Sin embargo, te juro que nadie me había hecho sentir lo que me hiciste sentir tú. Que, a pesar de que te ofrecí mi corazón, lo cogiste, y lo rompiste en pequeños trozos, pero, sabes, todos y cada uno de ellos te pertenecerán.
Sólo estoy cansada, ¿sabes? Me gustaría dejar de intentarlo, dejar de preocuparme durante unos días. Olvidarme de todo. Sólo estoy cansada de sentirme así. Quiero ser un poquito como tú, Eneas. Dejar de hablar por días y no sentir la necesidad de saber cómo estás, qué harás, en qué piensas, irme sin importarme nada, lastimarte y no sentir culpa, enséñame a ser un poquito como tú, a que no me importes.
Porque una vez me dijeron que nunca se sufre por amor, se sufre por desamor, por desencanto o por indiferencia, pero nunca por amor. El amor no lastima... los que lastiman son las personas que no saben amar, y eso es lo más triste. Me dejaste sin ganas de querer a alguien tanto como te quise a ti.
A decir verdad, fuiste el amor de mi vida. Dicen que está el primer amor, y luego el verdadero. Pero yo creo que lo que tuvimos fue ambos.
Es momento de pedirle al corazón que ya no hable por mí.
Porque si algo he aprendido es que de todos los dolores, el dolor más grande es el de amar, amar para nada. Quiero comenzar a vivir de nuevo, no seguir sujeta a un amor, ya imposible. Pero tanto tú, como yo, ya sabemos que no podré, no podré vivir de nuevo porque mi vida se va con el barco en el que zarpaste, mi vida se fue en cuanto te fuiste tú.
Porque las cuerdas que me sujetaban, las anudé contigo. Te compartí mis cuerdas, mis cadenas. Y tú solo las usaste para agarrarte y poder levantarte, para hacerme creer que las querías de verdad, cuando solo querías aprovecharte de ellas para tener estabilidad.
Y no duele, ya no, ahora arde. Arde saber que te amé. Y que tú solo fingías hacerlo.
Porque mi pueblo me decía que era su gran reina, su ángel. Pero creo que un ángel deja de ser un ángel cuando le han cortado las alas ¿no? Tú te convertiste en mis alas y cuando bajé la guardia me las arrancaste, y me dejaste ahí muriéndome mientras tú vivías y yo moría lenta y dolorosamente a causa tuya.
Hasta siempre Eneas, espero que sufras tanto como he sufrido yo por tu causa,
Dido, tu Elisa
Trabajo de Emily:
Oh, amor mío, desde tu partida
>no puedo pegar sueño.
Mis aposentos se sienten fríos y vacíos
sin tu presencia.
Oh, amor mío, espero tu regreso,
aún espero a que vuelvas a mis brazos
y me pidas perdón,
para luego fundirnos entre las mantas
con la llama de nuestro amor.
Oh, amor mío, te quiero aún desde tu partida,
pero tu amor duele después de tu huida.
Oh, amor mío, te perdono,
espero verte de nuevo
para, así, jurarnos amor eterno.
Con amor, Dido
Trabajo de Anais:
Querido Eneas, o más bien, odioso Eneas
No sé cómo pensarte, si como mi amor, el hombre victorioso que me contaba sus más increíbles hazañas, quien me hacía reír, o como la persona que me rompió el corazón, que me dejó tirada, que hizo que perdiera el control de mi reino y que no tuvo el valor de decirme que se marchaba.
Oh, Eneas, me imagino que estarás en busca de recuperar tu imperio perdido. Te desearía suerte, pero no lo haré después de lo que me has hecho.
Debería estar con mi hermana, o dedicándole mis últimas palabras a alguien que lo merezca más que tú, pero es que no puedo.
Sé que en el fondo sigo queriéndote y que si volvieras te acogería después de una regañina, pero ya no hay tiempo. Me he rendido.
Un último adiós,
Dido
Trabajo de Adrián:
Hola, Dido.
Lo difícil que es despedirse
de alguien que tanto has querido.
Lo difícil que es ir hacia
un rumbo desconocido
y pensar que para ti
mis sentimientos
quedaron en el olvido.
Difícil es pensar irme de aquí
y que no sea contigo.
Mi corazón está dolido:
más le digo que se calle
y más suenan los latidos;
le ordeno que se calme
y más suenan los rugidos
de un corazón entristecido
que ha perdido
a su ser más querido.
Los dioses señalaron mi camino
y he de seguir mi destino
aunque mucho me duela
si así lo han decidido.
Aún me acuerdo de esa cueva:
te secaste la ropa en la hoguera,
la lluvia era mala y dorada
pero después del invierno
nace la primavera.
Una mujer como tú todos quisieran
pero sería mucha mujer
para cualquiera.
El hombre que más te quisiera
apareció un día
y se llamaba Eneas.
Eneas te escuchó,
se sorprendió,
pues pensaba
que la que hablaba
no era humana,
sino diosa del amor.
Esto se acaba, pues he de partir
todo esto fue para ti.
Mi amor es infinito así
y lo infinito no tiene fin.
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