Páginas

martes, 25 de enero de 2022

De la censura en el arte y otras curiosas ocurrencias.

En estas aciagas épocas en que todo vuelve a ser diana de posible censura, difamación y calumnia, conviene recordar que en mejores días los artistas también fueron ignominiosamente acusados de inmorales.

Recordaremos el fresco toscano de Tommaso di ser Giovanni di Mone Cassai, Masaccio, en 1424, que en 1670 fuera adecentado con unas hojas por orden castísima de Cosme III de Medici. 


Los frescos de la Capilla Sixtina de Michelangelo Buonarroti (1512) también fueron objeto de censura: Pío V encargó en 1564 a Daniele da Volterra recatar sus pudendas partes, lo que le valió de ahí en más el infamante mote de il braghettone.


En música varias veces se ha cambiado algún final argumental en pos del bienestar de la respetable y frágil audiencia, inclusive en algunas obras basadas en mitos ancestrales.

En las dos óperas que tratan el mito de Orfeo y Euridice (la de Monteverdi de 1600 y la de Gluck de 1762), los libretistas protegen al público de un final infeliz: Euridice resucitará una segunda vez.


En La Didone, de Francesco Cavalli, Dido es importunada en su suicidio por Yarbas, quien, creyéndola fenecida en vez de desvanecida, se propone darse muerte. Volviendo en sí Dido le fastidia el plan a Yarbas y decide, en un magnífico viraje afectivo, transformar al rey en depositario de sus amores. Dido no muere, no, que Virgilio era impasible y la vida moderna no está diseñada para sucesos tan desgraciados ni finales tan penosos.


La ópera Carmen, de Georges Bizet termina con un final violento que nos lleva a reflexionar sobre los límites en las relaciones de pareja, sobre las obsesiones, sobre las renuncias y los consecuentes reclamos.
Próspero Mérimée y luego los libretistas van tejiendo una trama en la que sutilmente José va siendo asfixiado y que rompe a punta de navaja.

Empero, en 2018 un director de escena decidió que el público quizá no tendría la madurez suficiente para abordar el ejercicio de análisis emocional al que toda obra artística nos expone y decidió que empoderando a Carmen y cambiando el sexo de la víctima el pueril espectador estaría más protegido. 

Quizá, en un guiño acorde a los tiempos que corren, el nuevo final propuesto rescata al sexo débil de su debilidad y lo transforma en agresor, justiciero, fuerte o... En otra cosa, simplemente, ya que la muerte sigue siendo el resultado último, pero imagino que ciertas espectadoras saldrían del teatro más aliviadas.
Puras especulaciones.



Aquí el link a una crítica periodística.

No hay comentarios:

Publicar un comentario