Europa se erigió desde lejanos tiempos en ejemplo y paradigma de la cultura y la sociedad.
Discernió entre lo que debía considerarse era religión y mitología, estableció claras líneas divisorias entre aquellos que tenían derecho a conquistar y a los que merecían ser conquistados. Impuso creencias, costumbres y saberes en desmedro de aquellos que le eran ajenos.
Con grandes mentes, avances y extraordinarias producciones en todos los órdenes, eran pocos los que osaban disputarle el lugar de juez omnisciente.
Dos mil años de civilización eran aval más que suficiente.
Sin dudas, los salvajes eran los otros.
Y, en eso, los autoerigidos paladines de la cultura se sumergen en una guerra fraticida execrable, de trincheras interminables y putrefactas, que acababa lenta y paulatinamente con lo mejor de la juventud.
Aquellos avances tecnólógicos, aquellas máquinas en las que se habían puesto esperanzas de que mejoraran el universo a niveles impensados, de las que se imaginaba incluso que ayudaran a alcanzar la inmortalidad y la perfección, se volvían contra su creador como sus implacables aniquiladores.
Esta desilusión a gran escala cambiará la percepción del mundo como era conocida hasta entonces.
Surgirá en Suiza en 1918 el Dadaísmo, que proponía partir de cero, destruir y limpiar, volver a andar caminos cuestionándonos todo, porque los viejos caminos habían probado desembocar en la anomia y la muerte.
El dadaísmo será un movimiento vehemente, basado en lo absurdo, porque la realidad se había vuelto absurda y delirante. Se pondrá en tela de juicio el lenguaje y será reemplazado por exclamaciones y gritos sin sentido aparente.
Cambiará la idea romántica del artista-genio y de sus procesos creadores místicos para valorar los objetos cotidianos, en los que se hallará azarosamente una obra que amerite contemplar.
El arte adquirió como función el cuestionar el sentido de la cultura.
Tristán Tzara escribirá el manifiesto dadaísta.
Con el final de la Gran Guerra el panorama mundial había cambiado radicalmente. Alemania (la República de Weimar) sufriría una brutal hiperinflación que haría estallar los cimientos de una sociedad enseñada al ahorro y la previsión.
En Estados Unidos se establecería la ley seca, que conllevaría el asentamiento de mafias. La picaresca y la especulación cambiaría la suerte de algunos, que harían dinero rápidamente.
La mujer dejaría el ámbito doméstico para incorporarse al mercado laboral en fábricas y obtener su derecho al voto. Esta emancipación se reflejó incluso en el uso de trajes con pantalones, peinado a lo garçon y una creciente sensación de independencia, en parte gracias a que la irrupción de los electrodomésticos hacían menos onerosas las tareas de la casa.
Surge la llamada Nueva Objetividad, que rechaza el exceso de emocionalidad y sentimentalismo y que propugna la asepsia, la ironía corrosiva, la parodia cáustica, el desapasionamiento. Entre los compositores estarán Paul Hindemith y Kurt Weiss.
Será un retorno a los ideales del Barroco, y varias de estas obras neoclásicas estarán basadas en compositores de esa época, valorados ya no como los seres deificados tocados por la magia de las musas sino artesanos eficaces.
Bertolt Brecht y Kurt Weill crearán en 1929 la Ópera de los tres centavos, basada en una ópera barroca de John Gay.
Los avances tecnólógicos volverán a tener un sitio en el proceso creativo, pero su valor pasará por lo que las máquinas tienen de inhumanas: la falta de subjetividad en la interpretación pasa a ser un activo muy apreciado.
Es por esto que George Antheil incorpora en su obra de 1926, el Ballet mécanique, la pianola (además de campanas eléctricas, sirenas, hélices de aviones). Podría decirse que es futurista, si no fuera que Antheil era profundamente pacifista.
En sus orígenes esta música iba a ser la banda sonora de un corto dadaísta de Fernand Lèger y Man Ray pero desaveniencias hicieron que las obras se independizaran.
Man Ray, Barra de pan |
La eficacia de las máquinas, con su falta de sentimiento hiperidílico y su carencia de emotividad hipertrofiada prohijará que se dé una más que cálida bienvenida a la radio, el fonógrafo y los instrumentos electrónicos al panorama musical.
En 1927 aparecerá la primera película con banda sonora sincronizada, El cantante de jazz.
El cine y la radio serán nuevos terrenos que conquistarán los compositores, creándose las emisoras RCA en 1919 y la NBC en 1926.
Pensando ya en que quedará perimido el concepto de obra de arte original
y que las obras nacen ya en este nuevo mundo tecnológico para ser reproducidas varias veces, en cualquier momento y lugar y a demanda, Stravinsky, por ejemplo, limitará los movimientos de esta sonata a los 3 minutos que permitía un lado de un disco a 78 rpm. Observa también la articulación mecánica, la falta de rubato y la casi inexistente agógica, que producen una ejecución más propia de una pianola que de un pianista.
La música, entonces, va haciéndose más utilitaria, alejándose del fin de la contemplación estética. Se adaptará al medio utilizado para llegar al oyente y a su finalidad, que muchas veces será pedagógica.
Con la llegada del cine sonoro la ópera verá peligrar su razón de ser, y tomará nuevos impulsos de las tendencias populares de moda: en Jonny spielt auf (Jonny empieza a tocar), de 1925, Ernst Krenek incorporará alusiones al jazz,a los taxis, a la radio, a los trenes.
El compositor Krenek sería incluido en la lista de artistas degenerados, y una versión burlona y caricaturesca de esta obra suya serviría a los nazis como reclamo para la exposición del Entartete Kunst de 1937. El músico dejó Alemania para establecerse en Estados Unidos.
En 1929 Kurt Weill y Bertolt Brecht homenajearán a Charles Lindbergh y su vuelo transoceánico de dos años antes.
Entramos, pues, a la era del maquinismo.
Los nuevos instrumentos electrónicos revolucionaron e hicieron hincapié en la línea ya trazada por el ideal antiromántico.
Haremos una breve reseña.
En 1897 el telarmonio es inventado por Thaddeus Cahill; en 1919 el theremín por el ruso Lev Termen; las ondas Martenot, creado por Maurice Martenot en 1928; el trautonio, creado por Trautwein en 1930; el ritmicón, creación conjunta de Termen y de Henry Cowell en 1931; el precursor del sintetizador; el vocoder , un codificador de voz de 1939: el clavioline, creado en 1947 por Constant Martin.
Hace poco más de una década, en 2007, se desarrolló en Barcelona, España el reactable, que popularizó Bjork.
Musicalmente el maquinismo se valdrá de la superposición de ostinati, las disonancias, la superposición de materiales incongruentes, el uso de sonidos de altura indeterminada.
Edgar Varèse usará el theremín en algunas de sus obras. También un tambor frotado con una cuerda en Hyperprism, de 1923.
Escuchemos:
Y otra más del mismo autor: Ionisation.
En 1927 Alexander Molosov compondrá Fundición de hierro, con estos mismos preceptos.
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